miércoles, 12 de marzo de 2014

La piraña, ¿devoradora de hombres?



No solo de animales terrestres y aéreos vive la Amazonía. Si en uno de mis primeros post hablaba de los delfines, hoy voy a hacerlo de las pirañas. Como en torno a muchos otros animales, lo que se conoce de este pez es una mezcla de mito y realidad. No son los peces enormes con dientes gigantes que te devoran en cuanto te metes en el agua, como mostraba la película Piraña, pero hay que admitir que tampoco son los habitantes más inofensivos de la selva amazónica. Lo que queda claro es que el cine ha hecho muchos daño a ciertos animales... 
Tengo que reconocer que, antes de viajar a Perú, mis conocimientos sobre estos peces también eran escasos. De hecho, se limitaban a una piraña disecada (¡pobre!) que tenían mis padres en su casa y que se trajeron de un país ignoto antes de que yo naciera. Esa piraña, efectivamente, es grande y tiene unos dientes también bastante grandes. Y una cara de mala uva que no veas. Me ha mirado toda la vida desde una estantería del salón con ojos amenazadores, pero tengo que decir que nunca llegó a poblar mis pesadillas infantiles. 

La piraña de casa de mis padres

Con la piraña me pasó lo contrario que con los insectos. Pensé que la de casa de mis padres era la del País de los Gigantes y las del Amazonas unas pequeñajas que no estaban bien alimentadas. Lo normal es que midan entre 15 y 25 cm., aunque pueden llegar a medir hasta 35 cm. La piraña de vientre rojo es la única especie de este pez de la que se han registrado ataques a humanos, en todo caso, de manera excepcional. Y, ¿a que no sabías que existían pirañas herbívoras? Pues también las hay. Una característica que diferencia a unas de otras es que las carnívoras tienen los dientes puntiagudos y afilados y las herbívoras los tienen planos.

Mucho mito sobre pirañas que comen personas, y en realidad son las personas las que se comen a las pirañas. En el Amazonas se pescan para el consumo, al igual que muchos otros peces. Nosotros salimos a pescar dos días en el río Yanayacu, aunque solo para estudiar a las presas y luego soltarlas. En la primera ocasión lo intentamos con una red. Y tengo que decir que, desde luego, mi grupo y yo moriríamos pronto como tuviéramos que alimentarnos de lo que cazábamos con ella. Supongo que todo es cuestión de práctica, pero nuestros primeros intentos fueron de risa. Pescamos ramas y poco más. Eso después de meternos hasta la cintura unos y hasta el cuello otros, haciendo un círculo con la red para atrapar a los peces, que en teoría se verían rodeados y no podrían escapar. ¡Je! Los que acabamos enredados casi somos nosotros...

La salida en barca para pescar con caña fue distinta. Y con caña de las de verdad: un palo con un sedal atado en la punta y un anzuelo rudimentario. Un poco de pollo de carnaza y… al agua, a esperar a que picaran. Al principio lo único que hacíamos era alimentar a las pirañas, porque cada dos por tres nos encontrábamos el anzuelo vacío y ni rastro del pez que se lo había comido. No es fácil pescar, y además en este caso no teníamos carrete con el que enrollar el sedal cuando notábamos que picaban. Lo único que podíamos hacer era tirar de la caña hacia arriba y en el momento justo, si no, bye bye. Yo acabé el día orgullosa de mí misma, pues pesqué dos peces, uno de ellos una piraña. Tiré con tanto ímpetu de la caña para que no se me escapara, que a punto estuve de lanzarla por el otro lado del barco, llevándome de paso por delante a un par de compañeros. Al final el pez cayó dentro de la barca, pero hubo que atraparlo y echarlo al barreño antes de que saltara fuera. 
Una piraña pescada por mis compañeros. Fotos: Ricardo Castro
Aunque las pirañas no son tan fieras como las pintan, tampoco son peces para tener como mascota y meter el dedo de cuando en cuando en la pecera, aunque haya gente que lo haga. Bañarse en un río donde hay pirañas no es aconsejable si estás con la menstruación, ya que pueden oler la sangre desde mucha distancia. Si tienes alguna herida abierta, tampoco. No es que vayan a acudir hacia ti en masa para devorarte y dejarte en los huesos, pero sí puedes tener algún incidente desagradable.

Eso me recuerda a otro simpático habitante de los ríos amazónicos, el candirú, un parásito que se siente atraído por la orina. Si alguien decide utilizar el río como baño auxiliar, el candirú se introducirá por la uretra y… Bueno, la única manera de sacarlo es con cirugía. Así que, lección número cinco de supervivencia en la selva: no orinar en el río y no meterse en el agua si se tiene la regla. No es que bajarse los pantalones en mitad de la selva sea una opción muy apetecible (doy fe), pero siempre será preferible a lo del candirú.

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