miércoles, 26 de febrero de 2014

Aguas blancas vs. aguas negras



Río Amazonas. Al fondo, Iquitos
Iquitos es la ciudad más poblada del mundo que no cuenta con acceso terrestre. Solo se puede llegar por vía fluvial o por avión. Y desde allí a la estación biológica a orillas del Río Yanayacu, donde íbamos a alojarnos durante los primeros días, solo hay una manera de ir: navegar en barco hora y media. Así que allá fuimos, remontando el río Amazonas.
A medio camino nos detuvimos para avistar delfines rosados o búfeos colorados, una de las pocas especies de este cetáceo que vive en agua dulce. La primera cosa que, en mi ignorancia, me sorprendió fue saber que a los delfines les encanta el jaleo. Así que si quieres que se acerquen, lo mejor es ponerte a bailar claqué sobre la cubierta del barco. A ser posible sin caerte al agua, ya que los delfines rosados desarrollan esa pigmentación cuando están en celo :) Según nos contaron, es un mecanismo parecido al que provoca el sonrojo en los humanos. 
Es, sin duda, un animal mágico y así lo consideran en la Amazonia. Existe una leyenda que afirma que, en ocasiones, el delfín rosado se convierte en un atractivo gringo que encanta a las muchachas, seduciéndolas contra su voluntad. Por eso aún se puede ver a mujeres que lavan la ropa de espaldas al río, para evitar la mirada del delfín… Ante esta historia, solo puedo quitarme el sombrero y felicitar a la mente espabilada que ingenió tal ocurrencia para que su marido se pusiera a maldecir delfines en vez de investigar otras posibilidades. Bromas aparte, lo que no me gusta tanto es que, actualmente, sea una especie en peligro de extinción, debido sobre todo a la destrucción de su hábitat.
No pude verlos tan de cerca como para tener un documento gráfico propio que merezca la pena, pero os dejo este que está en youtube, para que apreciéis toda su belleza:

Estos delfines se suelen ver tanto en aguas blancas, como es el caso del río Amazonas, como en aguas negras, del tipo del río Yanayacu. Y, ¿cuál es la diferencia? Reconozco que nunca se me había ocurrido pensar en esos pequeños detalles sobre la coloración y composición de los ríos hasta que vi cómo, al desembocar el Yanayacu en el Amazonas, las dos aguas parecían repelerse. Una imagen curiosa, cuanto menos, ver esas volutas negras resistiéndose a perder su identidad. 
Las aguas negras suelen ser transparentes, pero son muy oscuras debido al lavado de los taninos producidos por las hojas en descomposición de la vegetación. Por el contrario, las aguas blancas (su color, en realidad, es café con leche) arrastra sedimentos arcillosos y son pobres en minerales.
Aquí obtuve la lección número uno de supervivencia en la selva: si estás muriéndote de sed, no se te ocurra beber de un río de aguas negras. Demasiado ácido. Del de aguas blancas tampoco, pero si hay que elegir, mejor este último. Y si no, siempre nos quedará el agua de lluvia… O los ríos de aguas claras, un tercer tipo que, no obstante, se da menos en los bosques lluviosos del trópico. A diferenciarlos toca.
Río Yanayacu, aguas negras

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